Rubén Fidalgo 22 de diciembre, 2022
Los amortiguadores tienen que llevar a cabo un duro trabajo constantemente. Por desgracia, solemos olvidarnos de revisar su estado y sólo nos damos cuenta de que no están bien cuando ya es demasiado tarde. Aquí te explicamos qué son, para qué sirven y por qué debes cuidar su estado.
Los amortiguadores son unos componentes mecánicos que absorben la energía de los movimientos de la suspensión para reducir su brusquedad y la amplitud de los mismos. Su misión principal es la de contener los movimientos de los elementos elásticos de la suspensión, ofreciendo una fuerza que se opone a la del elemento elástico. Por ejemplo, al pisar una piedra, el muelle de la suspensión se comprime. Este movimiento debe ser contenido para que se haga de forma suave y uniforme. Una vez superado el obstáculo, el muelle vuelve a su forma original y para ello lo hace soltando toda la energía acumulada por su deformación. Para evitar que esto sea brusco y descontrolado y absorber esa energía, el amortiguador debe contenerla. Los amortiguadores modernos son de doble efecto porque trabajan tanto a compresión como en extensión.
Para absorber la energía del elemento elástico de la suspensión (muelle, ballesta, barra de torsión, balona neumática…) se inventaron los amortiguadores. Al principio se empleaban amortiguadores de fricción. Consistían en una serie de discos puestos unos a continuacion de otros y que se mantenían más o menos apretados mediante la presión de un perno central. El rozamiento entre los discos absorbía la energía del movimiento de las ballestas o muelles y se podía ajustar su dureza apretando más o menos los discos entre sí. Estos amortiguadores eran sencillos y relativamente eficaces, pero geométricamente eran complicados, ocupaban espacio y, además, se calentaban y desgastaban rápidamente.
Los amortiguadores más comunes son hidráulicos. Básicamente se trata de un tubo lleno de aceite y concéntrico al tubo hay una barra con un disco que se mueve a lo largo del tubo. El aceite se opone a los movimientos de ese disco y de la barra a la que está fijada. El disco tiene una serie de orificios calibrados y unas láminas. Dependiendo de la viscosidad del aceite, el tamaño de los orificios y la rigidez de las láminas se modifica la respuesta del amortiguador.
2 fotos El aceite contenido en el tubo absorbe la energía del movimiento.
El calibrado de los amortiguadores es muy complejo y son verdaderas máquinas de precisión. Como decíamos antes, la «dureza» se puede variar modificando la viscosidad del aceite, pero también cambiando el tamaño de los orificios de las válvulas o la rigidez de las láminas unidireccionales de las mismas. Combinando estos tres efectos se busca que, además de ser más suave o rígido, el amortiguador tenga distintas frecuencias de trabajo para evitar resonancias o que reaccione más suavemente a los movimientos de poca amplitud y frecuencia alta (fisuras en el asfalto, rodar por zonas adoquinadas…) y de manera más rígida a los de gran amplitud y frecuencia baja (grandes badenes, frenazos, acelerones, curvas…).
En los años ochenta y noventa del siglo pasado empezaron a desarrollarse amortiguadores adaptativos que son capaces de variar tu tarado en función de varios parámetros. Los más complicados se adaptan variando la respuesta de las válvulas, con orificios tipo iris que pueden modificar su diámetro, pero en la actualidad los más habituales son los de tipo electromagnético. El principio de funcionamiento es muy sencillo y se basa en variar la viscosidad del aceite del amortiguador. Para ello, en el aceite se diluyen una serie de partículas magnéticas que cambian su orientación variando el campo magnético que afecta al amortiguador. Dependiendo de la corriente que se hace pasar por unos elementos, las partículas se posicionan alineadas, oblicuas o transversales a la dirección de movimiento del aceite, lo cual varía la viscosidad del mismo.
2 fotos Los amortiguadores son elementos fundamentales en la seguridad activa del vehículo.
Los amortiguadores son partes fundamentales en la seguridad activa del vehículo y afectan muchísimo en el comportamiento dinámico del mismo. Unos amortiguadores en mal estado alargan las distancias de frenado, hacen más imprecisa la dirección, acortan la vida útil de los neumáticos, favorecen la aparición del aquaplaning al conducir con lluvia y reducen el confort.
El problema es que para el conductor muchas veces es imposible detectar un fallo en los amortiguadores. Salvo un defecto de fabricación o un impacto o similar, el deterioro de los amortiguadores es progresivo y por lo general muy lento en el tiempo. Esto hace que el conductor se vaya adaptando poco a poco a su menor eficacia y no perciba su estado defectuoso. Es algo similar al ejemplo de la rana y el agua hirviendo. Si tratas de meter una rana en agua hirviendo la rana salta al notar el calor, pero si la metes en agua fría y la vas calentando lentamente se acaba cociendo sin reaccionar.
Para evitar el riesgo de conducir con unos amortiguadores en mal estado y que no hemos percibido, lo mejor es controlar el estado de los mismos periódicamente y cambiarlos en cuanto notemos síntomas como un desgaste irregular de los neumáticos o que el ABS y el control de tracción funcionen con más frecuencia de lo que es habitual.
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